CONSENSO REPUBLICANO.
CONSENSO REPUBLICANO.
Estar juntos es estar cerca,
pegado, próximo… hace alusión a una distancia muy escasa, pero refiere a una
cuestión espacial; por otro lado, estar unidos puede agregar un elemento más:
el de una inmediación más sentimental. Ahora bien, en el consenso, si bien
puede haber esa vecindad espacial o corporal, se le agrega a ese sentimiento un
tercer elemento: la previa discusión o debate sobre la conformidad de un futuro
acuerdo en puntos fundamentales, en donde si bien puede haber disenso, éste se refiere
a una discordancia en ciertos aspectos del acuerdo pero no a un enfrentamiento
o disidencia violenta y que, a pesar de ello, éste grupo minoritario decide
aceptar, voluntariamente, unirse al consenso de la mayoría.
La unidad, por otro lado, se
refiere a estar juntos desde un punto de vista dogmático en el que no se
admiten opiniones opuestas, en donde debe haber una horizontalidad de pensamiento
y una verticalidad de ordenamiento. La unidad excluye, en cambio el consenso
incluye y admite, dentro de su espectro, las disidencias que voluntariamente deciden
sumarse a la mayoría.
En definitiva, el consenso es
quizás el concepto que no ofrece una sensación de mayoría abrumadora que
apabulle en el primer instante, aunque es el concepto que ofrece una cohesión
más prístina, transparente, honesta intelectualmente (ética) y por ello ofrece
una segura y más larga existencia, y mayor y constante suma de adherentes a
mediano y largo plazo, sin que ello impida la salida de antiguos “acordantes”,
lo que a veces ello puede ser más oxigenante, inclusive, que algunos ingresos
que también se pueden verificar.
Sin entrar a un análisis
demasiado complicado, ya que justamente se trata de contribuir desde la
sencillez y el llano total, ésta cuestión ya fue tratado por los clásicos
filósofos griegos en donde, en resumidas cuentas, hablaban de consenso y
concordia como compañeras de etimologías en donde estaban comprendidas los
significados de “unión”, “sentido” y “corazón” aunque colocaban al consenso
como el concepto más relevante a la hora de gobernar la polis.
Por otro lado, no podemos
soslayar que estamos entre seres humanos falibles con un cúmulo de pasiones y
pulsiones en donde se juegan espacios de poder y en tal sentido debe haber
ciertos parámetros de los cuales los tomamos como convencidos y queridos
libremente (o aceptados por otros libremente también) pero que deben cumplirse
para que lo acordado sea luego posible de aplicación y no defraudar a nosotros
mismos ni a quienes nos piden integridad, honestidad e idoneidad, a ello se refiere
el adagio “solus consensus obligat” lo que permite asimismo, dentro de aquellas
pasiones y pulsiones, la salida en forma pacífica o no traumática de aquellas
personas que asi lo determinen como de la misma manera permitir el ingreso de
aquellos que comulguen con lo consensuado previamente, como ya se dijera.
Otra cuestión es la “elasticidad”
o la “adaptabilidad” o “reforma o modificación” del consenso o acuerdo. En este
caso es de más fácil resolución ya que dependerá del acercamiento o alejamiento
de los principios fundantes del consenso en donde el adagio del párrafo
anterior carecerá de fuerza vinculante por lo que en este caso los “consensuantes”
y los “disidentes” quedarán desobligados.
Volviendo a la obligación natural
de todo consenso expreso se lo puede imaginar como un campo gravitacional que
contiene, natural e inconscientemente a las mayorías y natural y
conscientemente a las minorías; además de esto, el consenso (y no tanto en la
juntada y la unidad), transmite una punto de partida, una línea de largada para
unas acciones coordinadas hacia un fin o meta: El consenso en esa perspectiva
se entiende como la "chance empíricamente válida" de que "un
actuar orientado en vista de las expectativas de la actitud de los otros"
vea realizadas esas expectativas (Weber, 1988, p. 456); modesta, local y
coyunturalmente, le agregaría prontitud y celeridad hacia esas expectativas.
Como se puede observar hablamos
del consenso que dio lugar a las democracias antiguas y a las repúblicas
modernas y no hablamos de aquellas ideas que pretenden erigirse como dueñas de
la verdad, al conocimiento acabado y, por ende, a los totalitarismos, aquí
hablamos de debates y de pensamientos de diversos matices pero como denominador
común la libertad, la libertad para acercarse y sumarse, a pensar la libertad y
al ser humano como una sola moneda no susceptible de cambio.
Por esto, creo percibir que si bien
puede haber algunas discusiones que en la superficie aparentan repelerse, en la
esencia serían muy similares; y en éste sentido permítaseme una breve
disquisición - que excede demasiado el planteo del presente trabajo- sobre una
cuestión que más discusión, prurito y desencuentros genera y que tal vez sea la
heredera de otros desencuentros históricos: la izquierda vs la derecha o
viceversa.
Sucintamente intentaré colaborar
diciendo que hablar de derechas e izquierdas es hablar de conceptos espaciales,
de una línea, y todos sabemos que una línea es una sucesión infinita de puntos
y por lo tanto, será casi infinitos los posicionamientos a una lado o del otro
de esa línea en el espacio; de distinto modo, si nos referimos a conceptos
filosóficos y metafísicos (en el sentido aristotélico) como republicanismo y totalitarismo,
sin soslayar las grandes discusiones que desde los clásicos hasta la actualidad
estos conceptos suscitaron y suscitan, pero que reducen muchísimo el espectro
dialéctico, seguramente se podrán encontrar más puntos de consenso y cohesión,
tanto filosóficos como políticos, más allá de las eventuales contiendas electorales
de medio término con el consiguiente efecto de lograr otorgar, a la mayor brevedad
posible, las esperanzas concretas de proyectos que vayan en pos de acercar soluciones
que la gran mayoría de la sociedad añora luego de tantas décadas de flagelos y
que parecen no tocar fondo.
La solución de éste país no pasa
por mesianismos ni personalismos sino por y entre aquellos que logren una idea
consensuada y moderna que defiendan firmemente las instituciones republicanas
que tuvieron su génesis en la Constitución de Alberdi y Gorostiaga de 1853/60.
Recalcamos: estamos hablando de consenso en sentido metafísico, real y
concreto, en donde no desconocemos que se debaten lugares de poder pero para
hacer frente a la decadencia actual que no parece tener un fin claro, debemos
volver a la política “de colmena” a aquella herramienta más noble del ser humano
que tiene como fin último mejorar la calidad de vida de la gran mayoría y no de
unos pocos pícaros, por lo tanto, aquellos que reclaman o propalan ética,
moral, libertades, antropocentrismo, república, federalismo, paz y prosperidad,
etc., mientras más tiempo pasa sin un consenso claro, nos encuentran a los
ciudadanos de a pié cada vez más sumidos en la desesperanza más ignominiosa,
que como nunca antes pasó, que es ver cómo se produce un éxodo masivo de lo
mejor de nuestros jóvenes y como estamos quedando sin futuro hoy, ya, y no tan
solo como un pronóstico o una eventualidad.
Por un lado, la buena política,
esa arquitectónica, de la que hablamos líneas más arriba, como la buena
filosofía, esa que libera, son actitudes de vida; por otro lado, la autoridad,
en sentido etimológico, debe ser la del estadista, la de las estrategias a
largo plazo, la que verdaderamente transforma para bien la calidad de vida de
los ciudadanos por décadas, y no el mero poder o autoritarismo de aquellos
seres nimios, ignorantes y cobardes que solo robando, mintiendo y cometiendo
otras aberraciones aún más graves, logran llevar agua para sus molinos y que
por eso son devotos y adoradores del cortoplacismo que lo único que produce es
prolongar la agonía y la dependencia y el clientelismo de gobiernos
totalitarios de turno que se repiten una y otra vez, excepto por algunos breves
intervalos, y así estamos…
Los oficialismos hegemónicos solo
pretenden beneficios para sus dirigentes a costa de la esclavitud de sus
dirigidos, no les importa quienes ni cuántos son, solo son objetos que deben
ser esquilmados y adoctrinados hasta quitarles la mente y el espíritu. Ahora bien,
los dirigentes que se piensan como alternativa de gobernanza y que se sienten extraños
a la obligación de brindar, al menos una esperanza, mientras no sean investidos
oficialmente como mandatarios públicos o ganen una interna, se les puede recordar
que si bien no tienen las herramientas concretas de gobierno para brindar esas
respuestas específicas, sí tienen obligación de dirigentes como tales para
enviar señales claras a la ciudadanía sobre lo que tienen para ofrecer en caso
de contar con aquellas herramientas legítimas como gobierno constituido
eventual y constitucionalmente que no es otra cosa que devolver la esperanza a
los millones de argentinos que quieren trabajar y vivir honestamente y, sobre
todo, frenar la sangría constante de quienes pueden sacar al país adelante que
son nuestros jóvenes que hoy solo ven a Ezeiza como una alternativa a su
futuro.
Señores de las alternativas
republicanas versus la hegemonía obscena y decadente actual: la pobreza cada
vez más dolorosa, la salud cada vez más desastrosa, la inseguridad cada vez más
paralizante, la inflación cada vez más insoportable, la indignidad, el robo, la
falta de justicia, la impunidad, la desfachatez, la ordinariez y la educación
cada vez más penosa, y sobre toda la desesperanza que golpea con más fuerza
sobre todo a los jóvenes que se quedan (o que no se pueden ir) y a los que se van,
es en parte una inmoralidad compartida, no en partes iguales, claro está, pero compartida
al fin entre todos aquellos que tuvieron la oportunidad de tener en sus manos
las herramientas legítimas y monopólicas que los actuales regímenes estaduales otorgan
a los mandatarios electos, por ello es tiempo de demostrar de que están hechos
y otros, quienes poseen una de las características más ennoblecedoras y demostrativas
de inteligencia del ser humano es aprender de los errores y recuperarse de las
caídas y quienes no y quienes se dan cuenta que los tiempos que transcurren se necesitan
de otras medidas porque el mundo y las personas son otras, tienen otras mentalidades
y poseen algunas metas y objetivos novedosos.
Volcado estas sensaciones muy
llanas y simples en estas líneas se anhela los valores de la libertad y el ser
humano sean el centro de los debates y a su vez, los puntos de encuentros,
antes que éste país se quede sin grandes cerebros jóvenes y los que se queden
pierdan las mínimas esperanzas que aún conservan, porque cuando un pueblo pierde
la esperanza, deja de pensar y cuando se deja de pensar se convierte en un zombie
que solo acata y no sabe otra cosa que obedecer ciegamente y por lo tanto reinará
la tiranía por años y años mientras perdemos el tiempo en lograr un consenso grandioso
y humilde al mismo tiempo, donde el ser humano esté en el centro de la escena,
y no como hoy en donde mucha gente ve discusiones de marquesinas sin sentido,
mientras las dádivas, los planes, la inseguridad, la falta de educación, la
falta de salud, la inseguridad y la inflación descontrolada ocupan el centro de
la escena.
Estamos convencidos que la gran
mayoría de los argentinos merecemos el país donde los valores de los Alberdi y
los Gorostiaga posibilitaron obras y debates deslumbrantes e hicieron de la
Argentina una de las naciones más prestigiosas del mundo.
Maximio Ruiz.
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