Precios y costos
Precios y costos
La revolución que la tradición austríaca de economía llevó a cabo en el siglo XIX implicó un giro copernicano que se podría expresar así: "No son los costos los que determinan los precios (como se creía hasta ese momento histórico), sino los precios los que determinan los costos". Este principio es contraintuitivo, ya que en el orden temporal uno primero fabrica o produce el bien que luego venderá. La venta es posterior a la fabricación, y lo intuitivo es pensar que el precio de venta viene después.
En cambio, cuando decimos "son los precios los que determinan los costos" es como decir que el pasado depende del futuro. Y de ahí viene lo contraintuitivo del enfoque. Para salir de esta ilusión óptica, hay que seguir paso a paso el razonamiento económico hasta llegar a la formación de precios, como lo hace Carl Menger en su libro Principios de economía política.
Sin embargo, podríamos facilitar la comprensión del fenómeno si vemos que, en efecto, en el ser humano el futuro hace al pasado. Es decir, el ser humano persigue fines, intenta realizar metas que aún no existen. En cada finalidad, intentamos crear ese futuro y entonces nos movemos. Al buscar ese determinado fin, renunciamos a otros que valoramos menos. Esos fines a los que renunciamos son los costos en que incurrimos para realizar el fin más valorado.
Es decir, el futuro esperado determina el presente. Por esta razón, el nuevo principio económico, expresado con más precisión, dice así: "No son los costos los que determinan los precios, sino que son los precios esperados los que determinan los costos". La cantidad de dinero que esperamos ganar nos hace incurrir en costos en dinero menores que los esperados. Si los costos (o precios de costos) son mayores que los precios de ganancia, el emprendimiento desaparecerá o no se realizará.
Fermín Garay
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