Sobre la lógica de la reencarnación.
Sobre la lógica de la reencarnación.
La teoría de la reencarnación parece ser una de las ideas religiosas más antiguas. Aquí vamos a intentar una explicación sobre el mecanismo de funcionamiento en el que se basa esta teoría, sin que por ello signifique una “demostración” de la misma.
Desde algunos linajes del budismo, se explica la reencarnación por medio de una extensión teórica basada en el funcionamiento de nuestros propios procesos mentales. Es decir, comprendiendo ciertos aspectos del funcionamiento de nuestra mente, extendemos ese conocimiento más allá de la muerte física.
Veamos un poco estos conocimientos sobre nuestra mente: en contra de lo que piensan ciertas filosofías empiristas, la mente no recibe solo impresiones del exterior, sino también del interior. La mente recibe impresiones de nuestros sentidos físicos, pero también impresiones que vienen desde dentro de la mente. Aquí llamo “impresiones” no solo a los datos de los sentidos, sino también a los pensamientos, imaginaciones, emociones, que vienen de manera espontánea desde dentro de la mente. Podríamos decir que en la mente hay un torrente de pensamientos e imaginaciones generando emociones y sensaciones de todo tipo.
Con fines didácticos, podríamos decir que hay un “subsuelo” o “depósito” de la mente donde se almacenan todo tipo de impresiones. Esta corriente de impresiones se encuentra en movimiento constante, en el fondo de nosotros mismos, asomándose en todo momento en nuestra conciencia, como si fueran pequeños pececillos que cada tanto bordean la superficie de un lago.
Ahora bien, no queremos decir con lo anterior que realmente exista este “depósito” de la conciencia, sino que esa es una conjetura que explica mejor los datos.
Ahora veamos, en parte al menos, cómo funciona este proceso mental. Una impresión surge desde el depósito de la mente, y entonces nos involucramos con ella. Reaccionamos a la impresión, o intentamos analizarla, pensarla, alterarla de alguna manera. Esto depende del grado de conciencia de cada persona. Una persona más introspectiva no se deja llevar por cualquier pensamiento o emoción que surge, sino que intenta analizar la impresión para ver si es válida o adecuada.
Dicho sea de paso, en la psicoterapia intentamos ser conscientes de algunas de estas impresiones, a fin de reelaborarlas para hacerlas menos dolientes.
Entonces, las impresiones surgen desde el depósito de la mente. Luego, la parte más consciente de la mente reacciona y hace algo con estas impresiones. Ahora, estas impresiones modificadas vuelven al depósito de la mente. Posteriormente, estas impresiones vuelven a emerger y volvemos a reelaborarlas. Las impresiones modificadas vuelven al depósito y luego emergen, las reelaboramos, vuelven al depósito, y así constantemente.
Este mecanismo se autorreproduce constantemente y explica nuestro continuo mental de un momento a otro. Y, según algunas doctrinas, este mecanismo no se detiene con la muerte física, sino que las impresiones vuelven a surgir impulsando la conciencia más allá, hasta la reconexión con la siguiente vida.
Este mecanismo implica también, para el budismo, cierta característica sufriente. Ya que, aun cuando podamos reelaborar mejor muchas de estas impresiones, no podemos evitar su arrolladora influencia en un punto demasiado lejano de nuestra mente conceptual como para poder controlarla. Si bien el trabajo introspectivo y conceptual es muy necesario, fundamental, para vivir mejor y más conscientemente, hay aspectos muy sutiles donde la mente conceptual no puede llegar. Como si intentáramos matar mosquitos con un martillo, el instrumento resulta demasiado burdo para lograr el objetivo.
Por esta razón, junto a la reflexión conceptual, las tradiciones brindan tecnologías diferentes, como la práctica de la meditación que, en este contexto, significa la práctica de “no incrementar” las impresiones cuando surgen, dejándolas simplemente ir.
Fermín Garay
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