Liberalismo y religión
Liberalismo y religión
En su obra Progreso y
Religión, Christopher Dawson intenta demostrar que toda civilización debe su
fuerza vital a una determinada concepción religiosa. Cuando la religión decae,
la cultura pierde su vitalidad y anuncia el final de esa civilización.
De manera resumida, podríamos
decir que la experiencia religiosa de la humanidad evoluciona desde el
panteísmo al monoteísmo, y, tal vez, hacia el panenteísmo. Es decir, primero se
observa una religión en la que el espíritu está presente en la naturaleza;
luego, una en la que el espíritu trasciende la materia, permaneciendo en un
plano eterno y separado de todo lo existente. Finalmente, podría surgir una
religión donde el espíritu sea simultáneamente trascendente e inmanente, más
allá y más acá de lo existente.
Cuando la humanidad desarrolla
el monoteísmo, Dawson destaca una particularidad de la tradición
judeocristiana: el espíritu supremo es trascendente, pero también personal, un
espíritu que interviene directamente en el mundo y en la vida humana. En
contraste, las tradiciones orientales llegaron a concebir el espíritu como algo
trascendente e impersonal. Según Dawson, este enfoque conducía a un desinterés
por el mundo y la vida humana, provocando que las culturas orientales tendieran
a estancarse al considerar la vida terrenal como una mera ilusión.
La tradición judeocristiana
llega finalmente a un fenómeno que parece natural dadas sus características
únicas: la figura de Cristo como síntesis de un espíritu que es tanto
trascendente como inmanente, eterno pero interesado en el tiempo, humano y
divino al mismo tiempo.
Para ser justos, filósofos
cristianos como Dawson no parecen comprender plenamente las tradiciones no
duales de Oriente, donde también el principio trascendente y eterno se encarna
en el tiempo y el cuerpo. Sin embargo, es cierto que estas tradiciones no duales
no influyeron en las culturas orientales como lo hizo la tradición
judeocristiana en Occidente.
En cualquier caso, la religión
es una dimensión humana que brinda un significado último a la existencia. Sin
ella, el ser humano termina atrapado en un materialismo sin sentido, vacío,
inmerso en un narcisismo sin límites. Parece que, sin Dios, el ser humano
intenta volverse Dios, aspirando a un poder absoluto que frecuentemente deriva
en una locura por la dominación de otros. Al fin y al cabo, no parece haber
mucho más que pueda hacer un ser con necesidades ilimitadas en un mundo de
escasez.
Este es el peligro de la vida
secular. No obstante, no quiero afirmar que la locura por el poder sea un
fenómeno inevitable, ya que existen filosofías seculares capaces de constituir
culturas sanas sin requerir una religión. Sin embargo, lo que Dawson intenta
demostrar es que el fenómeno más frecuente es el contrario: una civilización se
hunde por su propio peso cuando carece de un principio trascendente que le
brinde significado.
¿Qué tiene que ver todo esto
con el liberalismo? El liberalismo puede definirse como "gobierno
limitado". Es una filosofía que intenta poner límites al poder político;
de hecho, es la doctrina que limita el poder del hombre sobre el hombre. Muchos
se sorprenden al escuchar que el liberalismo es la doctrina de los límites, ya
que suelen asociarlo con una libertad donde "todo vale". Nada más
ajeno al liberalismo que esa noción. El respeto por la libertad individual es
posible cuando se reduce la dominación de unos sobre otros. Por lo tanto, el
respeto por la libertad individual requiere un sistema jurídico basado en la
limitación del poder, especialmente del poder político.
Así, por un lado, se necesita
un principio trascendente que otorgue significado último y contención al
narcisismo humano. Por otro, una filosofía política basada en la limitación
jurídica de esa locura por el poder.
La religión brinda este
significado más allá de los sucesos cambiantes de la vida, más allá de nuestras
configuraciones físicas, emocionales y conceptuales. Se trata de encontrar ese
espíritu que trasciende al ego y, al hallarlo, suaviza y calma nuestra
naturaleza.
El liberalismo, por su parte,
ofrece una limitación al narcisismo en el plano colectivo y social. Es como decir:
un gobierno limitado necesita de un humanismo limitado, una glorificación de lo
personal contenida por un principio que trasciende lo personal.
Sin esta síntesis a nivel
colectivo, tal vez, como señala Dawson, nuestra civilización no sobreviva.
Fermín Garay
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