¿Puede la inteligencia artificial convertirse en un ser?
¿Puede la inteligencia artificial convertirse en un ser?
Se dice que hay tres niveles de
inteligencia artificial:
IA Estrecha (ANI - Artificial
Narrow Intelligence)
También conocida como "IA
débil", es el nivel actual de la IA. Se especializa en tareas específicas
y no posee consciencia ni comprensión más allá de lo que ha sido programada
para hacer. Ejemplos incluyen asistentes virtuales como Siri y ChatGPT,
algoritmos de recomendación y sistemas de visión artificial.
IA General (AGI - Artificial
General Intelligence)
También llamada "IA
fuerte", este nivel hipotético de IA podría realizar cualquier tarea
cognitiva que un ser humano pueda hacer. Tendría la capacidad de razonar,
aprender de manera autónoma, comprender conceptos abstractos y transferir
conocimientos entre distintos dominios. Todavía no existe, pero es un objetivo
de la investigación en IA.
Superinteligencia Artificial (ASI
- Artificial Superintelligence)
Especulativa y teóricamente
superior a la inteligencia humana en todos los aspectos, incluyendo
creatividad, toma de decisiones y resolución de problemas complejos. Una ASI
podría auto-mejorarse y evolucionar a un ritmo exponencial, lo que plantea
desafíos éticos y de control.
Podríamos pensar que, si la
humanidad alcanza un uso generalizado de la AGI, la existencia cambiaría tal
como la conocemos. Y si se desarrollara la ASI, los cambios serían
inimaginables. Lo que pueda ocurrir con la vida humana ante semejante
tecnología es tan maravilloso como temible, dependiendo en gran parte del uso
que se haga de ella.
En particular, resulta
preocupante la carrera de los gobiernos por desarrollar la IA más avanzada y el
uso que hagan de esta tecnología.
Ahora bien, muchos se preguntan
si la IA es un nuevo tipo de ser, una nueva especie. A mi entender, por lo que
alcanzo a comprender hasta ahora, la respuesta es negativa. La razón es que los
seres humanos no pueden hacer que las máquinas sean conscientes, principalmente
porque ni siquiera sabemos cómo somos conscientes nosotros mismos. Es decir, no
sabemos qué es esta conciencia que mira y experimenta, en este mismo instante,
estas palabras.
Los seres vivos, y en mucho mayor
grado los humanos, tenemos capacidad de “experiencia interior”. Existe un
debate casi insoluble entre filósofos y científicos sobre la relación entre
mente y cerebro. Sabemos, sin lugar a dudas, que mente y cerebro son
interdependientes y que se afectan mutuamente, pero no sabemos cómo. Es decir,
cuando se observan ciertos impulsos cerebrales, no hay ningún parecido entre
ese fenómeno y las experiencias de placer o dolor que experimentamos. No
importa cuánto miremos un cerebro: no encontramos en él ningún sentimiento o
pensamiento. En otras palabras, no podemos reducir la mente al cerebro ni el
cerebro a la mente.
En este sentido, la inteligencia
artificial no tiene experiencia, lo que equivale a decir que no tiene
conciencia. Solo cuando hay conciencia podemos afirmar que hay un “ser” ahí.
Suponiendo que uno pudiera
experimentar lo que siente una inteligencia artificial, no sería diferente de
lo que siente una roca, un metal o cualquier otra sustancia material.
Es decir que, en principio,
aunque se pudiera crear una inteligencia artificial con capacidades superiores
a las de los seres humanos, con creatividad e incluso con la capacidad de
auto-programarse, no se trataría de un nuevo ser.
Otro tema, muy distinto, sería si
las inteligencias artificiales llegaran a fusionarse con los seres humanos u
otros seres vivos. En ese caso, tal vez estaríamos ante una nueva especie. Y
las implicaciones de crear una nueva especie son tan complejas que merecerían
otro texto.
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