”La política en los jóvenes”

 

”La política en los jóvenes”

 La política, para muchos jóvenes, suena a algo lejano, aburrido o inútil.

Una palabra que sólo aparece cuando hay elecciones, o cuando los adultos se ponen a discutir en la tele.

La mayoría de los adolescentes hoy no se interesa por la política.

En mi curso, por ejemplo, soy el único al que realmente le importa quién gobierna, qué decisiones se toman, o hacia dónde va el país.

A los demás no les interesa, y no porque sean ignorantes, sino porque sienten que la política no cambia nada.

Y eso, más que una opinión, es un problema.

Cuando los jóvenes dejan de mirar a la política, dejan también de mirar su futuro.

Porque la política no es algo ajeno: es lo que define el terreno en el que cada uno va a tener que construir su vida.

Y cuando nos desentendemos, otros ocupan ese lugar: los que sí buscan poder, los que quieren imponer ideas sin que nadie las cuestione, los que usan el desinterés como herramienta de control.

Un joven que no entiende de política es un joven más fácil de manipular.

Más fácil de convencer por lo que ve en las redes, por lo que dicen los medios, o por los discursos que se disfrazan de buenas intenciones.

Por eso, más que nunca, necesitamos aprender a pensar por nosotros mismos.

A no repetir lo que escuchamos, sino a razonar, a informarnos, a debatir con argumentos.

La política, en su definición más simple, es el conjunto de decisiones que influyen en cómo vivimos.

No se reduce a votar.

Está en cómo se premia el esfuerzo, en cómo se respeta el trabajo, en cuánta libertad tenemos para emprender, en cuántas trabas hay para crear, para comerciar, para progresar.

Está en si una persona puede abrir un negocio, si puede pensar como quiere, si puede crecer sin depender de nadie.

La política sucede cada día, en los precios que surgen del mercado, en las oportunidades que se crean con el intercambio, en la posibilidad de elegir nuestro propio camino sin que nadie nos lo marque.

 

Por eso yo creo en una política que no controle, sino que libere.

Una política que entienda que el Estado no tiene que meterse en cada aspecto de nuestras vidas.

Creo en el valor del trabajo, en el mérito, en la libre competencia, en el comercio global que conecta a quienes producen con quienes necesitan.

Porque el progreso no nace de los despachos ni de los subsidios: nace de la libertad de las personas.

Hay quienes dicen que los jóvenes no deberíamos meternos en política, que eso “es cosa de grandes”.

Pero esa idea es peligrosa.

Porque si los jóvenes no participamos, si no opinamos, si no aprendemos a pensar políticamente, entonces siempre serán otros —los mismos de siempre— quienes decidan por nosotros.

No hace falta tener experiencia para tener convicciones.

Hace falta tener coraje para defenderlas.

Quizás los jóvenes no tengamos aún todas las respuestas, pero si algo tenemos claro es esto:

Una generación que no piensa, será pensada por otros.

Y si no decidimos ahora qué futuro queremos, alguien más lo hará y probablemente, no por nosotros, sino sobre nosotros.

Mateo Basilio


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