Nuestra sociedad condena el robo ¿nuestra sociedad condena el robo?
Nuestra sociedad condena el robo ¿nuestra sociedad condena el robo?
Considero que robar es malo ¿suena ingenuo? ¿Anticuado? ¿Pasado de moda?
No, de ninguna manera, robar ha sido, es y será una acción perversa. Nunca
ninguna civilización prosperó teniendo al robo como virtud, por el contrario la
degradación de los valores solo puede llevar a la decadencia, sin lugar a
dudas, más rápido o más pausado pero el destino es inexorable.
No obstante la sociedad tolera el robo: “el que roba a un ladrón tiene cien
años de perdón”, “roba pero hace”, “el que no llora no mama, y el que no afana
es un gil”, de chicos cuando jugábamos al policía y al ladrón parecía más
atractivo representar al delincuente.
Tenemos una gran cantidad de delincuentes en personajes de más o menos
ficción: desde Robin Hood hasta el Gauchito Gil, medio país dio muestras de
ello en elecciones pasadas cuando veíamos atónitos como se la elegía a Cristina
Fernández. Esa tolerancia al robo o
simpatía con el delincuente nos lo refiere el maestro Borges cuando en “Nuestro
pobre individualismo” apunta - Siente con Don Quijote que «allá se lo haya cada
uno con su pecado» y que «no es bien que los hombres honrados sean verdugos de
los otros hombres, no yéndoles nada en ello» (Quijote, I, XXII),- y reafirma al mencionar - Profundamente lo
confirma una noche de la literatura argentina: esa desesperada noche en la que
un sargento de la policía rural gritó que no iba a consentir el delito de que
se matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados. Finalmente remata con otra genialidad: “El
Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal. Por eso,
para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo un hecho; no lo
justifico o excuso.”.
El miércoles 16 pasado Asociación Civil “Río Paraná” entidad que presido
junto al honroso Club del Orden organizamos un Congreso Anticorrupción, creo
fue un evento importante para nuestra ciudad.
En primer lugar por el tema que se trató: la corrupción, como percibimos
frecuentemente “la corrupción mata”. La corrupción no es más que una de las
tantas formas bajo las que se solapa el robo.
Es mucho más perversa que el robo a mano armada porque no da la cara,
sabemos que está ahí pero se esconde tras la hipocresía infinita de sus
protagonistas, creo que hasta podríamos sospechar de quienes la sostienen, la
alimentan y la esconden de la vista pública, como Drácula guarda y protege a
sus vírgenes para tener siempre sangre fresca, siempre una nueva oportunidad de
hincar sus colmillos en el organismo cada vez más débil y más pervertido de
nuestra sociedad.
Afortunadamente Drácula es un personaje de ficción, la corrupción actúa de
la misma forma pero en nuestra vida real, todos los días, en la obscuridad,
quien sabe en qué lugar sombrío y escondido de nuestra vista. O quizás a plena
luz del día, delante de todos nosotros pero con un grado de impunidad tan
grande que no alcanzamos a percibirla.
Entiendo a la lucha contra la corrupción como un imperativo categórico que
debe ser incorporado a la agenda pública, al debate, a la arena del intercambio
de opiniones e intereses para finalmente lograr su condena de manera inapelable
de forma que nadie dude que su destino sea el Cocito de Dante.
Un segundo elemento a destacar de nuestro Congreso fue la estructura
propuesta en cuatro paneles: el primero conformado por periodistas bajo la
consigna “La prensa como garante de la lucha contra la corrupción”, alguien me
dijo que era un título demasiado pretensioso para nuestra realidad, quizás sea
así de todas maneras me gusta pecar de cándido, el segundo panel fue de
empresarios, su lema “La construcción de una cultura de integridad en el mundo empresarial”, el tercero lo
destinamos a testimonios de la sociedad civil con el título “Participación
activa de la sociedad civil en la lucha anticorrupción”, para el cuarto y
último, el de políticos, invitamos a destacados miembros de la feligresía bajo
la frase “¿Cómo reencauzar un Estado cooptado por la corrupción?”
El tercer eje sobre el que sentamos el Congreso fue el de los expositores,
todas personas de reconocida e intachable trayectoria profesional e
institucional. Convocamos a destacados referentes a traer y darnos a conocer
sus opiniones y experiencias personales, y compartir sus propuestas para lograr
una sociedad mejor, más participativa, más transparente y por todo ello más
libre. Una sociedad que sea capaz de sacudirse de encima esta lacra que se
llama corrupción.
El cuarto pilar fue el financiamiento, como en todas nuestras actividades
no recurrimos a los partidos políticos, ni a los gobiernos, nuestras
actividades son financiadas exclusivamente por el sector privado, eso nos da “algo”
más de libertad en que decir, como decirlo y donde llevar adelante nuestros
eventos. Más allá del respaldo
empresarial que nos acompaña desde hace
varios años y valora nuestras acciones, por primera vez invité a los Miembros
de la Mesa de Entidades Productivas a participar en nuestro Congreso, dos de
ellas nos han brindado desde siempre su apoyo incondicional en todo momento, y esta
vez han realizado un significativo aporte económico para lograr la concreción
del Congreso, son la Sociedad Rural de Santa Fe y la Bolsa de Comercio de Santa
Fe, mi más sincera gratitud y reconocimiento a ambas. La corrupción degrada la institucionalidad,
en todos sus aspectos, erosiona la democracia – a mi criterio la única que
existe, la liberal - que tanto nos costó a los argentinos estabilizar y ya
consolidada como uno de los pilares más sólidos y firmes de nuestra
República. La corrupción erosiona la
posibilidad de realizar negocios a largo plazo, pero sobre todo negocios
transparentes. Me sorprende y me
interroga el silencio de las otras entidades, como así también la ausencia de algún
representante, pensé: alguien olvidó mandar el correo de adhesión (recibimos de
políticos locales por caso de Maximiliano Pullaro, nacionales: Ricardo López
Murphy) o quizás falte la firma de alguien que esté de viaje; no creo que ya
vaya a recibir más nada. Lamento mucho la
falta de una carta de adhesión a la temática que desarrollamos. No sé si será omisión involuntaria, apatía,
olvido, descuido, una equivocada subvaloración del tema, en cualquier caso es
llamativo, no se me ocurre ninguna otra razón valedera para este oxímoron tan
típico como el del silencio ensordecedor. Otro acontecer que pasa a engrosar el
cajón de nuestras anécdotas.
En cualquier caso queda el agradable sabor y aroma de la tarea cumplida, de
que el esfuerzo vale la pena, de que no es lo mismo hacer el Congreso o no
hacerlo, de tener la convicción que es posible cambiar la realidad para mejorar
y que más temprano que tarde lo vamos a lograr.
Muchas gracias a todos los que nos acompañan, saben que el viaje es largo y
a los que todavía no se sumaron, los esperamos, siempre hay un lugar más.
Alberto Cohan.
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