La naturaleza de las cosas
El liberalismo parece condenado a un lugar donde solo le queda seguir señalando, advirtiendo, que determinadas acciones tendrán determinadas consecuencias, y que estos principios universales no pueden evitarse por muchos decretos y rituales mágicos que se intenten para impedirlo.
La doctrina dirá: “mira, la violencia, por definición, no es constructiva”… “si emites dinero superando la oferta a la demanda, los precios subirán”… “si quitas a A para darle a B, solo cambiaras el daño de lugar, no crecerá el bienestar general”… “si controlas los precios, habrá escasez”… “si subsidias un precio sacando dinero de otro lugar, lo ganado por un lado será perdido por el otro”… “si aumentas el gasto público por aquí, otro sector de la economía (y otras vidas) serán perjudicadas por allá”… “los intercambios voluntarios son beneficiosos mientras que los intercambios por la fuerza no lo son, debido a que la violencia no es constructiva”… etc.
Casi siempre los políticos y la sociedad intentarán abolir estos principios universales mediante decretos jurídicos que llamaran “derechos” (evitando los auténticos derechos, hoy casi desconocidos), a fin de evitar las consecuencias de su accionar. Pero como el universo es un orden, las acciones tienen consecuencias inevitables.
No atravesarás la pared golpeándola con tu cabeza debido a que no es la naturaleza de las cosas así.
Fermín Garay
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