Sobre la práctica de meditación en la vida cotidiana

Sobre la práctica de meditación en la vida cotidiana

La meditación se puede definir de muchas maneras. Sin embargo, diremos que es una condición de la mente en la que se encuentra en “armonía con el ahora”. Pero, ¿qué significa esta expresión?

A veces, podríamos considerar nuestro presente como una situación específica que estamos viviendo. Podríamos decir cosas como: “Hoy tuve una situación difícil en el trabajo”, “Hace poco terminó mi relación de pareja y siento angustia desde entonces”, “Estoy muy confundido en esta situación” o “Me siento inseguro desde que viví tal situación, y desde entonces tengo este comportamiento que...”, etc. Podríamos describir miles de situaciones en las que experimentamos algún grado de conflicto o pesar y decir: “Este es mi presente; es la situación que estoy viviendo”.

Pero ese no es el “ahora” al que se refiere la práctica de meditación. El ahora de la meditación es el ahora del instante mismo, es decir, el ahora ya. La meditación se trata de la experiencia que estamos teniendo en este preciso momento. Por ejemplo, si ahora mismo estamos experimentando angustia, la meditación implica tomar contacto consciente con ese sentimiento y la sensación en el cuerpo mientras ocurre. El “ahora ya” es ese pequeño momento, el instante presente, segundo a segundo. No se trata del concepto de una situación determinada, sino de la experiencia misma de la situación.

Veamos más sobre esta diferencia: podríamos decir, “En mi presente sé que estoy respirando” o “Sé que me separé de mi pareja”, y podríamos hablar sobre estas situaciones, analizarlas y expresar ideas al respecto. Sin embargo, la meditación no trata sobre la descripción de la experiencia, sino sobre la experiencia misma que estamos teniendo en este instante. Si hablamos, por ejemplo, de la respiración, la meditación se centra en el “shhhh” de la sensación misma de respirar.

Decíamos que la meditación implica cierta “armonía con el ahora”. Esto significa aceptar sin rechazar ni incentivar la experiencia de ese momento, sea cual sea.

Cada vez que meditamos, nos invitamos a estar en paz con la experiencia de ese instante específico. Ahora bien, el impacto que esta práctica pueda tener en nuestra vida es difícil de predecir. La meditación no tiene como objetivo resolver problemas ni lograr algo en particular. Tampoco tiene relación con un perfeccionismo que busque acceder a un estado especial tras “mejorar” lo suficiente. No se trata de cambiar algo o de ser mejor (aunque, fuera de la práctica, siempre podemos intentar cambiar aspectos de nuestra vida si lo consideramos necesario).

Habrá momentos de armonía con el ahora que no tienen otra recompensa más que eso mismo: la experiencia del momento presente. Tal vez sigamos teniendo los mismos problemas o locuras de siempre, pero con más tranquilidad, o quizá algunas cosas cambien o mejoren. Es difícil saberlo. Es cierto que en la literatura y en relatos diversos se mencionan monjes tan experimentados en la práctica que son capaces, por ejemplo, de soportar una operación quirúrgica menor sin anestesia. Parece que han desarrollado tal capacidad de aceptación y armonía con la experiencia que ni siquiera las situaciones más intensas perturban su mente.

Sin embargo, ese no es el caso para la mayoría de nosotros. La vida siempre estará llena de complicaciones y sufrimientos, y nuestra práctica se establece en medio de todo eso. Fuera de la meditación, podemos intentar mejorar nuestra salud y carácter lo mejor que podamos. Esto será de gran ayuda para la vida y para la práctica misma, pero no es el objetivo de la meditación.

En la práctica de la meditación, simplemente nos sentamos e intentamos aceptar la experiencia de ese momento con toda la amabilidad posible hacia nosotros mismos.

 

Fermín Garay

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