La Argentina actual y los cuatro cuadrantes


 La Argentina actual y los cuatro cuadrantes

 Las políticas del gobierno de Milei, cada vez más, van introduciendo cambios en el sistema económico. A tal punto que hoy ocurre algo totalmente insólito para quien ha vivido en Argentina durante mucho tiempo: conviene más el peso argentino que el dólar. Este es un buen ejemplo de un cambio drástico y radical, ya que en Argentina el dólar siempre fue casi sinónimo de paz mental. Dada la larga tradición de los políticos argentinos de destruir nuestra moneda, emitiendo billetes para solventar los excesos de gasto público, el acrecentamiento del valor del peso argentino es algo nunca visto.

Sin embargo, la historia argentina, llena de abusos políticos sobre la sociedad, se ha incrustado en nuestro ADN. Un gran economista como Salvador Di Stefano, que viene acertando hace tiempo en sus pronósticos sobre el rumbo del país, no se cansa de señalar el problema cultural, no solo económico, de Argentina.

El problema cultural es que el argentino aún no se adapta al nuevo sistema y sigue utilizando sus viejos mecanismos de defensa ante situaciones que ya no son las mismas del pasado. Esta disfunción es muy conocida en el terreno de la psicología, para casos individuales, pero ahora se trata de una disfunción cultural.

Ken Wilber menciona en su teoría los “cuatro cuadrantes” de la realidad, cuatro dimensiones humanas que son inevitables y están siempre presentes. Una dimensión tiene que ver con el interior del individuo: el cuadrante superior izquierdo. Es el mundo que conocemos cerrando los ojos y haciendo introspección, nuestro mundo privado de pensamientos y emociones, que no pueden verse con los ojos físicos.

Otra dimensión tiene que ver con el exterior del individuo: el cuadrante superior derecho. Esta dimensión corresponde a nuestras características físicas, nuestro cuerpo, nuestra química, toda esa realidad que puede percibirse con los ojos físicos y diferentes instrumentos tecnológicos.

La tercera dimensión tiene que ver con la interioridad compartida o "cultura": el cuadrante inferior izquierdo. En esta dimensión tenemos un mundo compartido de significados. Significados que no pueden verse con los ojos físicos, pero que tampoco son meramente individuales, sino que existen como subjetividad compartida. Las palabras, por ejemplo, si bien pueden verse escritas, no permiten percibir su significado directamente; el significado ocurre en nuestro interior. Y sin tener estos significados en común, ni siquiera podríamos comunicarnos.

Esta dimensión cultural incluye nuestras creencias compartidas, en este caso las creencias formadas por décadas de abusos políticos. Aquí es donde se encuentra el problema que señala Salvador Di Stefano.

Por último, tenemos la dimensión que incluye la exterioridad compartida: el cuadrante inferior derecho. Esta dimensión abarca los aspectos que compartimos con los demás, pero que son exteriores y en buena medida visibles: las leyes que nos rigen, el sistema económico, la moneda, el orden jurídico, incluso la naturaleza y el medio ambiente. Podemos resumirlo como la dimensión "social" de nuestra vida: los contextos económicos y jurídicos que compartimos con los demás, y en los que estamos inmersos.

El problema que señala Di Stefano es un desequilibrio entre el cuadrante inferior derecho y el cuadrante inferior izquierdo, es decir, un desequilibrio entre el nuevo sistema y la cultura.

Tal vez sea solo cuestión de tiempo, si la economía sigue en la misma dirección, para que el argentino se adapte a la nueva situación. Esto implica no solo un cambio, sino también un aprendizaje: un aprender y reaprender a ser creativos. A medida que el gobierno controle menos nuestras vidas, debe producirse también un cambio en la manera de pensar, hacia una mayor creatividad y responsabilidad individual.

Un ejemplo muy concreto ocurre en la relación entre la moneda y la conducta, entre la moneda y el pensamiento. Décadas de políticas inflacionarias, como consecuencia de la destrucción monetaria causada por nuestros gobiernos, hicieron del argentino alguien que piensa en el corto plazo, en gran medida porque no tiene otra opción. La moneda, al perder constantemente su valor, invita al gasto rápido, a deshacerse de ella lo antes posible. De igual manera, la inflación hace muy difícil la existencia del crédito, ya que endeudarse en una moneda que pierde su valor hace imposible planificar a largo plazo.

Una moneda más sana debería influir en una conducta contraria a la descrita: debería invitarnos a ser más responsables y prudentes. Se fomenta así el ahorro, y eso hace posible la inversión y el crecimiento económico. Es un ejemplo de cómo los cuatro cuadrantes, las cuatro dimensiones de nuestro ser, están en constante interacción.

Nuestro pensamiento influye en nuestra conducta, y nuestras conductas en el sistema político y económico. A su vez, el sistema político y económico influye en nuestra conducta y pensamiento.

El tiempo dirá cómo sigue el transcurso contextual de nuestro país, y si somos capaces de actuar en consecuencia.

 

Fermín Garay

 


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