El socialismo o estatismo como "el mal" encarnado

 

El socialismo o estatismo como "el mal" encarnado

"El socialismo no puede conocer, ni siquiera en potencia, lo que destruye, porque elimina las condiciones necesarias para que lo desconocido llegue a descubrirse."

— Jesús Huerta de Soto

Huerta de Soto ha afirmado que el socialismo, o el estatismo, es la encarnación del demonio en la Tierra. Esta afirmación, que desde una perspectiva religiosa o tradicional puede interpretarse de forma literal, también puede tener sentido desde una visión más amplia y evolutiva de la conciencia.

Desde esta visión evolutiva, Dios no es simplemente un ser trascendente que impone leyes desde fuera del mundo, sino que puede entenderse como el proceso mismo de evolución creativa que atraviesa toda la realidad. Dios sería, entonces, la creatividad en acción, el impulso que empuja al universo a desarrollarse, a complejizarse, a dar saltos hacia nuevas formas de ser.

Dado que el socialismo, según Huerta de Soto, consiste en “toda agresión institucional contra la función empresarial”, y que esta función empresarial es —entre otras cosas— una expresión creativa del espíritu humano, puede decirse que el socialismo representa una negación de ese impulso creativo.

En este sentido, el socialismo no solo destruye lo que ya existe, sino también todo aquello que podría llegar a surgir. Anula la posibilidad misma de descubrimiento, de innovación, de evolución espontánea. Por eso, desde esta concepción de Dios como proceso creativo, el socialismo puede ser visto simbólicamente como “el demonio”: una fuerza que no solo reprime la libertad, sino que bloquea la expansión creativa del espíritu humano.

Fermín Garay

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