La paradoja liberal: cuando la libertad amenaza a la libertad
La paradoja liberal: cuando la libertad amenaza a la libertad
El liberalismo
parte de una premisa simple pero radical: el individuo es soberano sobre su
vida, sus actos y su conciencia. Todo poder, sea del Estado, de la mayoría o de
una corporación, debe estar limitado para que esa soberanía no se diluya. Pero
aquí aparece la paradoja: ¿qué ocurre cuando la libertad, ejercida sin
restricciones, genera fuerzas que terminan por destruirla?
1. El
huevo de la serpiente
Imaginemos una
sociedad absolutamente libre, donde todas las voces circulan y todas las
opciones son posibles. Esa misma libertad abre la puerta a proyectos políticos
autoritarios que, valiéndose de la tolerancia, buscan aniquilarla. Karl Popper
lo advirtió en su “paradoja de la tolerancia”: tolerar al intolerante puede
llevar a la extinción de la tolerancia
El liberal queda
entonces frente a un dilema sin salida fácil:
●
Si reprime esas fuerzas, renuncia a su
principio de libertad
●
Si las deja actuar, corre el riesgo de que
lo destruyan.
¿No es acaso una
trampa lógica en la que la libertad se devora a sí misma?
2. El
individuo frente al Leviatán digital
Hoy la paradoja se
vuelve más aguda en el terreno digital. Las redes sociales son la manifestación
más pura del liberalismo expresivo: cada individuo con una voz. Pero al mismo
tiempo, esa libertad ha dado nacimiento a nuevos Leviatanes: plataformas que
acumulan un poder nunca visto y que deciden qué discurso vive y cuál muere.
La paradoja aquí es
brutal: la herramienta creada para liberar al individuo termina concentrando un
poder que lo somete. ¿No estamos frente a un espejismo, un simulacro de
libertad que esconde nuevas cadenas?
3.
¿Libertad absoluta o libertad sostenible?
El liberalismo
clásico defendía la libertad como un fin en sí mismo. Sin embargo, la
experiencia histórica nos plantea otra pregunta: ¿puede existir una libertad
absoluta o solo es posible una libertad sostenible?
La libertad absoluta —entendida como
ausencia total de límites— corre el riesgo de engendrar caos, y del caos suele
nacer la tentación de un poder fuerte que ponga orden. Es decir, que la máxima
libertad puede ser la antesala de la tiranía
Entonces, ¿qué es
más liberal? ¿Defender la libertad sin condiciones, aun sabiendo que puede
destruirse, o aceptar ciertos límites mínimos para preservarla en el tiempo?
4. La
paradoja existencial
La paradoja liberal
no es solo política, es también existencial. El individuo quiere ser libre,
pero al mismo tiempo busca seguridad, certeza, orden. La libertad absoluta nos
expone a la intemperie del mundo: nos obliga a decidir, a equivocarnos, a
cargar con la responsabilidad de nuestros actos. Muchos no toleran ese peso y
prefieren refugiarse en sistemas que los protejan de sí mismos.
El liberal defiende la libertad, pero se enfrenta a la verdad incómoda: no
todos desean ser libres. Y quizás la mayor amenaza a la libertad no venga del
Estado ni de los poderes externos, sino de la renuncia voluntaria de los
propios ciudadanos.
Conclusión:
el abismo de la libertad
El liberalismo no
es un refugio cómodo, es un abismo. Implica aceptar que la libertad puede
destruirnos, pero que sin ella dejamos de ser plenamente humanos. La paradoja
no tiene una solución final, porque la libertad nunca es un estado consolidado:
es un equilibrio precario, siempre en riesgo, siempre bajo amenaza.
Y quizá allí resida
su grandeza: en saber que la libertad no es un paraíso garantizado, sino una
tensión permanente que nos obliga a elegir cada día si queremos ser dueños de
nuestra vida o esclavos en nombre de la seguridad.
Gonzalo Vera.
Comentarios
Publicar un comentario